miércoles, 13 de abril de 2011

Fukushima no es otro Chernóbil

Fukushima no es otro Chernóbil
Por Mario Castro Ganoza. Corresponsal
TOKIO. El primer ministro japonés, Naoto Kan, indicó ayer, en conferencia de prensa, que si bien el nivel de alerta de la planta Fukushima 1 se ha incrementado de 5 a 7 (el máximo), la situación en la central mejora paso a paso. Entidades de categoría mundial como la Organización Mundial de la Salud y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) han indicado que si bien la crisis en Fukushima tiene ahora el mismo nivel del accidente ocurrido en Chernóbil (Rusia), en 1986, ambos hechos son completamente distintos.

El 11 de marzo, un terremoto de 9 grados Richter sacudió Japón, causó un gigantesco tsunami que arrasó la zona costera de la región de Tohoku y afectó las instalaciones de la planta nuclear Fukushima 1, que desde ese día no ha dejado de emitir partículas radiaactivas al medio ambiente.

“En comparación a días anteriores, hoy la situación de la planta es mejor y sigue mejorando paso a paso o, como acabo de indicar, la liberación de partículas radiactivas está disminuyendo”, indicó Kan. “Pero todavía no ha llegado el momento en el que podamos decir cuándo van a parar esas emisiones”, añadió.

Las declaraciones de Kan fueron respaldadas por las que formuló en Nueva York Robert Willard, comandante de la flota del Pacífico de los Estados Unidos: “Pienso que actualmente la situación en Fukushima está mejorando cada día”.

El militar, que coordinó la llegada de ayuda especializada en crisis nucleares que envió su país a Japón, también elogió el manejo que ha hecho Japón de la crisis: “Creo que han hecho un trabajo muy bueno”, comentó.

NO ES IGUAL A CHERNÓBIL
Si bien incrementó el nivel de alerta de la crisis de Fukushima, Japón se ha preocupado en explicarle al mundo, y especialmente a sus vecinos asiáticos, que la cantidad de partículas radiactivas emitidas por la planta hasta el momento representan solo el 10% de la contaminación liberada en Chernóbil.

Los reguladores nipones agregaron que el pico de las emisiones corresponde a la explosión causada por la acumulación de nitrógeno en el reactor número 2, lo cual sucedió el 15 de marzo, momento desde el cual las emisiones han disminuido lenta pero constantemente.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) indicó desde su sede, en Viena, que el accidente nuclear en Japón es mucho menos grave que el desastre de Chernóbil. Denis Flory, uno de los expertos de la OIEA, dijo incluso que su organismo estaba confundido con relación al objetivo de la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES), con la cual se han calificado las crisis de Chernóbil y Fukushima.

La INES, indicó, “...no fue pensada para indicar niveles concretos de amenaza, sino para ofrecer una evaluación amplia al público”, por lo cual no descartó que, luego de lo ocurrido en Fukushima, la tabla sufra sustanciales ajustes para que refleje mejor la realidad.

A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que el riesgo para la salud pública por el accidente en Fukushima 1 no ha empeorado, a pesar del cambio del nivel de alerta de la planta.

No obstante las marcadas diferencias con la planta rusa, Junichiro Matsumoto, un alto funcionario del Gobierno en el área de Energía Nuclear, dijo que si los escapes continúan durante muchos meses, el material liberado en Fukushima podría superar al emitido en Chernóbil.

CLAVES
Millones en ayuda para víctimas
Las donaciones recolectadas por la Cruz Roja hasta el momento suman 128.300 millones de yenes.

El Gobierno dará una compensación básica inicial de 350.000 yenes (US$4.300) por cada víctima muerta o desaparecida.

Hasta la fecha, según las autoridades japonesas, la cifra oficial de muertos es de 13.232 personas; los desaparecidos suman 14.554 y los heridos 4.756 personas.

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A un mes de la catástrofe
A un mes de la catástrofe
Por: Ernesto Pinto Bazurco Rittler Embajador
Miércoles 13 de Abril del 2011

La verdadera capacidad de un país sale a relucir frente a la adversidad. La nación japonesa ha logrado la atención de todos los pueblos por su capacidad de aguante, su tesón, frente a los últimos desastres. Un devastador terremoto, seguido por un tsunami y por la destrucción parcial de una planta de energía atómica, han motivado un sentimiento de solidaridad de la comunidad internacional.

No obstante, no se ha podido establecer claramente, en los últimos días, quién gobierna realmente en el país del Sol Naciente. El venerado emperador recién se mostró en público varias semanas después de las catástrofes, y visitó la zona afectada por el terremoto. Luego lo hizo el primer ministro. Ambos cuidando de estar a prudente distancia del reactor nuclear de Fukushima, del que emana toda clase de contaminación.

En tanto, se mostraba a heroicos bomberos, llegados una semana después, en una lucha sin cuartel que los enaltece. Pero el mundo hubiera querido ver a eficientes técnicos controlando la situación y evitando las dañinas radiaciones.

Lo más alarmante es que en la política japonesa no ha cambiado nada. O sea, no se ha aprendido la lección. A su vez, en otros países como Alemania la evidencia de la falta de seguridad y de lo peligrosos que son los reactores atómicos ha motivado inmediatamente que se apague un número considerable de estos en la República Federal, y que se sometan a revisión severa a todos.

La isla japonesa que recién salió de su aislamiento hace un par de siglos, al que lo había sumido la primitiva doctrina Sakoku, se ha desarrollado con suma rapidez en base a copiar y no a crear. Pero no es lo mismo imitar un automóvil y construirlo en forma más barata que hacer lo mismo con una central atómica. Por ello, Fukushima ha tenido elementales deficiencias. Tan desastrosamente elementales como el no haber conectado sus sistemas de enfriamiento a fuentes alternativas de energía eléctrica que se encontraban a solo un kilómetro y medio de distancia, y querer enfriar complejas instalaciones de alta tecnología con agua salada del mar.

A esto se suma el aislamiento disfrazado de arrogancia –como lo recuerda la revista austríaca “Profil 18” en su edición del 28 de marzo– que ha caracterizado el comportamiento japonés, y que en este caso no ha permitido implementar a tiempo eficientes controles por parte de autoridades extranjeras.

No ha sido fácil para la comunidad internacional lograr que Japón se adhiera a los compromisos sobre preservación de la naturaleza, lo que se puso en evidencia en las largas negociaciones para impedir la caza y depredación de la ballena, así como los acuerdos de Kioto sobre el cambio climático.

El pueblo japonés es el que más ha sufrido por la aplicación desafortunada –y de responsabilidad ajena– de la energía atómica. Recuérdese la destrucción por la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki.

Históricamente, la relación entre el Perú y el Gobierno de Tokio ha sufrido distintas etapas. En la Segunda Guerra Mundial, el Perú declaro la guerra al Japón y deportó a ciudadanos japoneses a campos de concentración en EE.UU. Y años después, Japón tuvo una dudosa conducta cuando se trató de extraditar a personas que habían cometido delitos en el Perú. Hoy se puede hablar de excelentes relaciones oficiales y de negocios. Pero los pueblos siempre fueron amigos y de ahí nacieron familias binacionales que han contribuido al desarrollo de ambos países.

En este momento de fraterna identificación con el sufrido pueblo japonés, es necesario alcanzarles la mano para que puedan lograr una mayor apertura a la veracidad y evitar que catástrofes como las de Fukushima se sumen a la inclemencia que la naturaleza ha sometido a la isla. En una era en que toda la comunidad internacional hace los mayores esfuerzos para controlar los daños a la naturaleza, es imperativo este apoyo solidario.

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